martes, 4 de diciembre de 2007

¿COOPERAS PARA MI TALAVERA?



POBLANA POR “NATURALIZACIÓN”
El origen de la cerámica conocida como Talavera se encuentra aún en discusión, pues mientras muchos creen que el nombre “Talavera” se le dio a la mayólica poblana porque la técnica y el estilo decorativo son similares a los de la loza originaria de la población Talavera de la Reina (España), otras versiones aseguran que fueron los árabes quienes la introdujeron a México en la segunda mitad del siglo XVI, ya que varias piezas de esa época conservan rasgos de arte mudéjar (ornamentación árabe en elementos occidentales). Pero sin importar de dónde llegó exactamente, los alfareros de la región la han adoptado y perfeccionado durante siglos, al grado de convertirla en punto de referencia cuando se habla de Puebla.
DENOMINACIÓN DE ORIGEN
Son tantos los talleres que producen cerámica parecida a la Talavera (más de 2000 personas se dedican al oficio en Puebla), que en 1997 algunos fabricantes apoyados por el gobierno se unieron para formar el Consejo Regulador de Talavera (CRTAL) con la finalidad de certificar el proceso de producción, mediante la institución de cánones como Norma Oficial Mexicana 32, que entre otros puntos establece y protege los lugares de donde puede extraerse la materia prima (barro negro y blanco) para la elaboración de las piezas. Pero este problema no es nuevo: en el siglo XVII había tal cantidad de ceramistas en México, que el virrey decidió fundar un gremio de loceros y reglamentar su oficio, por lo que en 1959 se publican las ordenanzas de Talavera que establecían las condiciones requeridas para ser maestro alfarero, las proporciones en que debían mezclarse los diferentes barros para constituir piezas de calidad, y las reglas a seguir para la decoración. Las zonas certificadas a la fecha por el CRTAL para proveer de material a los artesanos son: Puebla, Cholula, Atlixco, Tecalli y San Pablo del Monte (Tlaxcala), éste último agregado en 2003 a petición del entonces gobernador Alfonso Sánchez Anaya, quien basándose en las crónicas del historiador y pintor Desiderio Hernández Xochitiotzín, argumentó que la técnica utilizada en ese municipio fue aprendida por obreros de origen Tlaxcalteca empleados en los primeros talleres de cerámica poblana, hasta que en la época de la revolución Mexicana varios talleres fueron cerrados y los obreros regresaron a su lugar de origen (San Pablo del Monte), en donde hasta hoy continúan elaborando Talavera.
Entre los fabricantes más antiguos se encuentran: de la Reyna, Guevara, Padierna y Uriarte, quienes exportan a Estados Unidos, Canadá, Suramérica y Europa.
LOS “NO CERTIFICADOS”
Cuando se anunció que la Talavera sería certificada y que la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (SECOFI) y la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) se encargarían de vigilar los procesos de comercialización dentro y fuera del país, algunos fabricantes acudieron al CRTAL para obtener la certificación, pero regresaron indignados porque aparte de una cuota económica anual, les pedían que revelaran “la receta del pastel”, para verificar que cumplieran con la norma internacional, por lo que la mayoría perdió el interés por obtener la certificación, aunque con ella pudieran ofertar sus productos a mayor precio y en más lugares.
En Guanajuato y Morelos también se produce cerámica similar a la Talavera, pero los productores tampoco cuentan con el reconocimiento del CRTAL por que utilizan barros extraídos de regiones con clima diferente al de la zona protegida bajo la DO4 (denominación de origen).

DE LA COCINA AL MUSEO
Actualmente algunos fabricantes de Talavera han pasado de la producción de objetos tradicionales (jarrones, floreros, vajillas, platones, soperas, jarras, macetas, lavabos, adornos para fachadas, ceniceros, etc.), a la elaboración de piezas meramente decorativas como imágenes religiosas, figuras humanas y de animales. Un ejemplo es la exposición “Tradiciones de Puebla en Escultura de Talavera” recién exhibida en el Museo Universitario (Casa de los Muñecos) por el taller de Talavera “Casa Celia”, con la finalidad de presentar su vanguardista propuesta de figuras en tres dimensiones, entre ellas: arcángeles, chinas y chinacos de 25 cm de altura, muñecos de 35 cm, y una china poblana de dos metros, compuesta por dos piezas. La idea de fabricar estas figuras de colección surge cuando el migrante Rubén Gil encomienda al taller la tarea de elaborar una china poblana, misma que actualmente se encuentra en los Ángeles, California.
Los conocedores y aficionados se preguntan cómo pueden existir piezas macizas de Talavera, por lo que Germán Gutiérrez, director de “Casa Celia” explica que las esculturas son huecas, y se elaboran adhiriendo una “tortilla” de barro a los moldes de plastilina y yeso, para posteriormente seguir el proceso tradicional de cocción y decoración de cualquier pieza. Cabe resaltar que en ningún momento se agrega barniz: los colores brillan al ser sometidos al calor.
La elaboración de la pintura implica riesgos para la salud de los artesanos, ya que requiere la manipulación de plomo (la norma internacional permite el uso de cinco partículas de plomo libre por millón como máximo), a pesar de ello en los principales talleres poblanos no se tiene registro de saturnismo (intoxicación con plomo), ya que la mayoría trabaja con una partícula libre por millón. Los únicos “accidentes” reportados se relacionan con descuidos a la hora de manipular las piezas, que llegan a estrellarse con los cambios de temperatura.
Para poder cocer y decorar estas artesanías, el barro necesita secarse de manera natural en habitaciones especiales, por lo que cuando una pieza sale al mercado han transcurrido cerca de tres meses.
TALAVERA “MADE IN CHINA”
Hace tres años el CRTAL denunciaba pérdidas en el mercado estadounidense por introducción de cerámica china parecida a la Talavera, pero hoy los miembros del Consejo demuestran optimismo y aseguran que la mejor manera de hacer frente a la industrialización es seguir produciendo piezas artísticas usando la técnica 132 (elaboración manual con un mínimo de mecanización), pues reconocen que el día que produzcan en serie “los chinos van a ganar”.
JARRITO VIEJO ¿DÓNDE TE PONDRÉ?
La Talavera cuenta con un valor intrínseco debido a los arduos procesos de elaboración y decoración manuales, y aunado a esto, las piezas incrementan su valía tanto simbólica como económica cuando son heredadas de generación en generación, aunque es difícil encontrar antigüedades genuinas ya que las primeras piezas que cocieron los hornos de la región se han enfrentado a revueltas civiles, una guerra de independencia, una revolución y el peso de cuatro siglos lacerando el esmalte.
Y aunque no sean reliquias del pasado, el precio estándar de una vajilla para seis personas varía entre los 12 y los 35 mil pesos, mientras que sólo el costo de producción de las esculturas va desde 7.500 (las más pequeñas), hasta 600’000 pesos la china poblana de dos metros. Entonces, ¿cooperas para mi Talavera?