martes, 18 de septiembre de 2007

TEXTOS KNABIXIENTOS


MANUAL

Normalmente no escribo sobre encargo, pero hoy escribo contigo y para tí; para tus uñas quebradizas, para el lunar hechizo que hace años se impregnó a tí por accidente en una cancha de fútbol. Para las articulaciones que parecen rodillas diminutas, para el cuenco de caricias, para las líneas que me auguran larga vida y el dorso lampiño por si la aversión es necesaria. Por eso hoy escribo contigo, sobre encargo y para tí.


LETRAXUELTAS

Fueron los gatos pundos quienes dieron la alarma al tendero, que rescumitó el chucupo cubierto de brisa mañatinal. Corroboraron los ñetos que la vieja chafó rodando por los peldaños del cine. Qué ñangos andaba trujando nadie ha podido extruyar, aunque contruran que venía a ojerar los tabrocones de las nuevas bulas porque las lunes de ortano siempre le atribularon. Y mientras los ñetos regresan al ajetreo de la pelota, los uniformados toman notas garabateadas de prisa sobre la libruca de anthila.

(Nota inoportuna: Letraxueltas nace como un experimento en la clase de géneros periodísticos, bajo la hipótesis de que el cerebro humano puede comprender textos aunque éstos no sigan el formato tradicional.)



CEMENTERIO PARA LETRAS

Debajo de mi cama se escuchan sus aleteos. Pero sólo de día, de noche duermen conmigo, filtrando su respiración en mis sueños, hasta formar parte de ellos. Es entonces cuando logro verlos, usurpando la forma de un objeto, porque al buscarlos en mi cuarto huyen y se esconden, pasando de prisa de un lado a otro, y parecen divertirse moviendo las cortinas, fingiendo ser el viento.
Me han recomendado capturarlos, dibujarlos, meterlos en cajas bien selladas, pero es más fácil que me atrapen a mí.
Se escucha que algunos saltan del librero, pero no caen, valiéndose de sus pastas vuelan hacia el foco y uno de ellos lo enciende. Entonces, de las hojas comienzan a escurrir letras que bailan en el techo, formando frases inentendibles, mientras las ilustraciones se mezclan con otras, creando nuevas imágenes jamás pensadas. En el techo ya no cabe una letra más, pero ellos siguen saliendo de sus sitios, liberándolas, y ellas bailando en torno al foco.
De pronto comienza una lluvia de letras, las que pierden el equilibrio terminan en el suelo, y al levantarse corren de un lado a otro buscando el libro del que salieron, pero he visto a la letra “E” quedarse inmóvil, al caer se golpeó con la esquina de una silla y fue atropellada por sus compañeras que corrían y chocaban desesperadas sin reparar en ella, regresando a sus sitios, dejando en el ambiente un cálido silencio.
Cuando desperté ya era tarde, recordé el baile cuando vi que la “E” yacía en el suelo, la levante suavemente y la coloqué en mi almohada, parecía tener fiebre, no supe qué hacer, no soy doctora de letras, así que busqué el libro al que pertenecía, dándole ánimos, pero todas las páginas parecían estar completas, hasta que encontré un libro de pasta roja que contenía fábulas y leyendas, y al abrirlo desesperadamente, rasgué una de las hojas y descubrí con horror el espacio en blanco que buscaba atravesado por una ranura. No podía ponerle cinta adhesiva y luego la letra, porque se resbalaría, ni viceversa, porque quedaría atrapada y podría asfixiarse, además estaba herida.
Había otras letras afectadas por la ranura, traté de reparar la R que parecía P, pero al tocar la hoja comenzó a dar vueltas, absorbiendo todo lo que había a su paso. Viajé así unos segundos, hasta llegar a un estrecho pasillo que se adhería a mi cara, traté de romperlo pero era flexible, sentí que me empujaban a la izquierda y traté de ir a la derecha, donde entraba un poco de luz, pero la taparon con sus cuerpos, así que tuve que seguir el camino de la multitud, de costado a la izquierda. Íbamos por ese laberinto, donde en cada orilla subíamos o bajábamos a otro pasillo, había momentos en que las imágenes nos impedían el paso y teníamos que deslizarnos verticalmente. Nunca había sentido la dificultad de pasar de un renglón a otro. Me acordé de la “E” sobre mi almohada, agonizando en tinta, y yo dentro de un libro, doblegada por un conjunto de garabatos.
Llegamos a un espacio menos iluminado, donde la vida parecía relegada a otro tiempo, o a otra dimensión. Las paredes estaban tapizadas con letras majestuosas y jeroglíficos de lenguas olvidadas. Se percibía un olor extraño, como algo que ha estado guardado por mucho tiempo. Los que me empujaban comenzaron a regresar, pero no me dejaron seguirlos. Por un momento, creí que las letras de la habitación saltarían sobre mí, o algo parecido, pero después de observarlas descubrí que estaban inanimadas. Una de ellas se parecía mucho a un dragón, y pensé que ése era su significado, incluso parecía que lanzaba humo por la nariz; al principio parecía una ilusión óptica, y le clavé la vista, hasta que se desprendió de la pared y comenzó a moverse lentamente, mirando a su alrededor como si despertara de un largo sueño. Lo mismo hizo otra figura, a la le encontré forma de barco.
Un murmullo llegaba de las paredes, como cuando va a comenzar un juicio.


Capítulo V
Visitando a la Reina
(capítulo censurado)

“Alicia en el país de las porquerías
esboza una amplia sonrisa perversa
y observa su imagen desnuda
tatuada de estrellas fugaces
tras el umbral de la oscuridad”.

Con cierta nostalgia recuerda las tardes de ocio en que solía pasearse por las habitaciones de la casa, para encontrarse con la niña que le hacía guiños desde el fondo del espejo y parecía retarla para ver quién llegaba primero a la otra habitación, entonces aceleraba el paso hacia el espejo más próximo, para encontrar a la otra niña, sonriéndole agitada. Así recorría toda la casa hasta que terminaba rendida sobre la alfombra del pasillo y alguien venía a levantarla.
En su actual habitación no hay espejos. Los rompió cuando la niña del reflejo dejó de jugar con ella. La última vez que la vio, estaba acompañada de otras niñas, un poco más grandes, que portaban ostentosamente esa prenda que siempre le pareció deforme y ridícula (sobre todo por la dificultad que tenía para llenarla con sus incipientes senos) y cada que encontraban un espejo se acomodaban el cabello, casi sin ver a la otra chica que mecánicamente imitaba sus movimientos. Era una tarde calurosa y todos tomaban la siesta. Alicia jugaba con la niña de los espejos hasta que en una habitación la encontró con otras chicas, arreglándose el cabello. Alicia le respondió tratando de seguir sus movimientos, pero la niña no parecía apreciar su esfuerzo: sólo miraba a las otras chicas, sonriendo estúpidamente, dejando que le cambiaran el peinado, le pintaran los labios y le quitaran la ropa.
Desde entonces Alicia evita los espejos, e ignora el color grisáceo que ha adquirido su cabello. Por ello no se sorprende cuando se detienen en el pasillo alfombrado y casi de perfil observa a la otra Alicia cepillando distraídamente sus dorados mechones, y que, entretenida con sus nuevos juegos, no parece notar su presencia.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Felicidades esto esta muy bien!

Unknown dijo...

pok madre! eres una artista kn la espada d tinta, moldeada por g marques y o. paz y otros 100 si no es k son pokos, un estilo muy propio pok madre!

p.d. eres un diamante en bruto, mas bruto k diamante jeje
no s cierto sta d poka nunka dejes de leer